El hombre de la foto se convirtió en fantasma:
la sangre clausurada
un candado en cada párpado
lo más minoritario eran tus ojos
¿Quién no estaba en esa foto?
¿Quién apretó el disparador,
quién era en la foto el fantasma?
2.5 kilogramos sobre el nudo.
Es severo imaginar que ese alguien existía:
se alimentaban de sus huesos las termitas,
la vejación era su primera lengua.
El hombre no nace monstruo:
solo podemos presentir su cadáver.
Una foto robada no puede tener una sonrisa fingida,
pero sí esos ojos,
como asintiendo, la cabeza
siempre caída, del lado contrario al del nudo.
Y se me hace bola hasta el agua,
trato de tragar
la asfixia azul de este día,
el espejo escupe un rostro
cuánta literatura analítica se ha escrito
tu lengua, tus cuencas, tu tráquea, nada
de aquello era para hablarme nada
era para ahuyentarme
del fantasma momificado que devenías.
El hombre me hizo creer que él me perdía
con lágrimas que ya el fuego ha desfigurado en larvas.
La foto de mis lesiones fue mi huida.
Ese fragmento
cada rostro que miré tan de cerca
cada rostro en el que no conseguí dejar rastros,
eso me ha dejado el otoño
en el que no perdí a nadie
igual que antes otro otoño en el que nadie
sintió el más leve azul de mi pérdida.
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