2 de enero de 2012

Drug morning dreams




Las arañas de papel me han comido los huesos, ahora solo tengo músculos: carne elástica y blandita.
Los ojos convienen cumplir su propio orden: su propio sistema solar alternativo.
Las drogas, la maldita droga está en mis sueños.

Mujeres que mueren amputadas en la carretera, que mueren desnudas después de haber conjurado algún rito o haber pronunciado palabras prohibidas. Mueren sus almas oscuras y sus cuerpos blancos después de haberlas echado de mi apartamento, después de que pudieran atravesar las puertas de mi cuarto con sus superpoderes. 

Esas mujeres, cuatro mujeres. Muertas. Qué trágica es la muerte en los sueños.

Y ¿sabes qué más? Miedo. Miedo. Miedo. Miedo porque sé que tengo todas las ventanas y las puertas cerradas pero cualquier mujer puede entrar a robarme o a revolverme o a ofrecerme drogas duras y sexo sin protección y porque sé que dejo encendida la webcam y que hay hombres que me ven interpretar un patético papel de actriz amateur.

Miedo porque me despierto dentro del sueño y sigo dormida. Miedo porque no sé si hay alguien o estoy sola. No sé si me da más miedo estar sola o que alguien entre a escondidas a buscar identidad en mi basura.

Miedo y ni siquiera había leído Happy Meal, ni siquiera dentro de la ficción. Un miedo extraño extranjero. Y sigo. La ventana. La ventana se desprende de su marco, pero hay un hombre conmigo. La ventana no existe y me acerco a sujetar la parte que está a punto de soltarse del todo y el cristal me cae encima y me caigo por culpa del peso. Estoy contra el suelo, cristal, carne, huesos. Viento que entra por el hueco.

El hombre me ayuda.

Esa noche tengo miedo. Me juré cambiar las cartas y vuelvo a dormirme dentro del sueño esperando que esta vez nadie entre. Oigo ruidos, pero no acabo de despertar. Oigo ruidos que creo que proceden de mis propios pensamientos o que me falta el aire.

Por la mañana, ya despierta, dentro del sueño, sigo oyendo los ruidos ya no solo en mi cabeza. Salgo al pasillo y hay animales salvajes drogados: un león y una morsa. Ambos están separados, envueltos en un edredón. Sé que se van a morir y eso me aterra. No me aterra su salvajismo, me aterra su muerte. Y sé que es como un aviso.

Luego todo vuelve a ser normal en el sueño, pero yo no me siento ni la misma ni otra. Todo se parece a la realidad y así la siento. No soy yo. ¿No soy yo la misma que sueña y vive el sueño?

Me despierto abrazada. Estoy empapada y desorientada. Traigo de algún lugar remoto la infinita pena de una de las dos, la pena que ya cansa. Alguien me mira a los ojos y me da un beso. Anda, trae la droga, digo, trae el sueño

2 comentarios:

alvarodrv dijo...

Me ha dejado una incómoda presión en el pecho el leer esto, y supongo que esa es precisamente la idea.
Muy bueno.

tormenta dijo...

Muchas gracias. Algo así...

:)

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