El miedo es una cosa
curiosa. Hay gente que no ve películas o series de terror porque no
le gusta pasar miedo. A los apasionados de este género les pasa
justo lo contrario.
Sin embargo, ya sean
japonesas, españolas o estadounidenses, las películas de terror
tienen algo más en común: tipifican qué comportamientos o
fenómenos o situaciones (o personas) nos deben dar miedo. Existen,
por supuesto, formas cinematográficas como el jump scare que,
si bien nos asustan, no nos muestran a qué, como sociedad, debemos
temer.
Esa categoría se la
dejamos, grosso modo, a lo incomprensible, lo diabólico (y quizá
esto daría para un análisis religioso de la sociedad), lo
extraterrestre, la muerte o los muertos y, sobre todo, la
desviación social: enfermedad mental, psicopatía, diversidad
funcional (recordad Freaks), etc. Cualquier comportamiento o
presencia que nos resulte extraño, por inusual, y al que, por
ignorancia, le tenemos miedo.
La desviación social en
las películas de terror actúa, dentro y fuera de la película, como
motor de cohesión social: nos distancia de los personajes malignos,
pero, a la vez, nos demuestra que están entre nosotros y que no
podemos hacer nada por escondernos de ellos (Funny Games o, a
nivel dramático y como desviación sistémica y no tanto social,
Black Mirror, por ser una distopía indeseable que puede
pasar en una sociedad occidental muy parecida a la actual).
Algo que daría para una
análisis mucho más extenso sería un símbolo en torno al cual se
aglutinan, en gran medida, todos los males que ocurren en una
película de terror: la casa. Casi siempre se trata de una mansión
antigua, deshabitada durante mucho tiempo, aislada y/o ruinosa. La
construcción narrativa en torno a la casa puede ser metafórica o
literal (puede, por ejemplo, haber muerto gente de forma violenta o
en extrañas circunstancias en ella pero sin relación directa con
los protagonistas o puede ser una casa familiar). Aquí nos
encontramos con el tótem (la propia casa donde se manifiestan los
sucesos de terror) y el tabú (la propia historia familiar que es el
origen de toda la historia). Por eso creo que el desarrollo de este
tema se podría extender muchas páginas.
También en la nueva
versión de It (Andrés Musschieti, 2017) aparece una casa que
cumple con muchas de las características citadas (se encuentra al
final de una calle, entre maleza, deshabitada y medio derruida) y que
finalmente es el lugar en el que confluye todo el sistema de
alcantarillado del pueblo de Derry. También se percibe la desviación
social: los buenos (el club de los perdedores), los malos (los
“matones”) y el Mal (el monstruo, It).
Aunque en la versión de
1990, Pennywise puede quizás interpretarse con la encarnación del
capitalismo (de ahí su gran parecido con el payaso de la cadena de
comida rápida) que se come (literalmente) a todos, tanto a los
protagonistas como a los antagonistas, aunque estos dos grupos estén
enfrentados en la vida “real”; esta interpretación ya no se
sostiene en la versión que se acaba de estrenar.
Pennywise |
Es interesante que ambas películas (y posiblemente el libro) persigan una identificación del espectador precisamente con las minorías, ya que el grupo de los perdedores está compuesto por grupos sociales históricamente oprimidos: un negro, una mujer, un judío; o susceptibles de ser ridiculizados o acosados y cuyas personalidades funcionan como clichés: el gordo, el enfermizo, el tartamudo (que es el protagonista). El último miembro del grupo que nos ha quedado sin nombrar es Richie, que es el gracioso y que, a pesar de meter la pata con facilidad, no entraría dentro de ninguno de los clichés anteriores, porque tiene una misión narrativa más importante.
Una de las primeras
escenas del remake establece, por tratarse en principio solo de un
enfrentamiento entre los “perdedores” y los “matones”, las
bases de la identificación espectador-protagonistas. El grupo de los
perdedores (que de momento es pequeño) se encuentran a la salida del
colegio en una situación distendida. Las bromas que se lanzan entre
ellos son exclusivamente machistas. De hecho, Richie, que como
decíamos tenía una función narrativa, se pasará toda la película
soltando “gracias” en momentos de clímax para rebajar la
tensión. El contenido de esas “bromas” recoge desde las bragas
de la madre de uno de sus amigos hasta la regla de la hermana de
otro, pasando por sugerir una violación a una de las madre, o por cómo
tienen que decidir quién entra en la casa midiéndose el miembro o
también es capaz de articular las típicas frases de “no seas una
nena” o “una chica lo ha hecho antes que nosotros, ¿cómo lo
podemos permitir?”.
Pero volvamos a esa
primera escena. Después de expresar esas bromas machistas para
cohesionar el grupo y que todos suelten un par de carcajadas,
aparecen los matones, que se ríen de ellos, ejercen presión y los
amenazan. Nos los están presentando para que los espectadores nos
posicionemos, claro, pero al poner las dos secuencias a la vez hará
dudar a más de uno (y de una) sobre su decisión: ¿de verdad tengo
que elegir entre estos dos modelos?
Richie pasando miedito |
Resulta curioso cómo se
construye y se representa la masculinidad. En el caso de los matones,
los malos, con los que el espectador no se va a identificar, esa
masculinidad se construye en base a la fuerza que puedan ejercer
ciertos hombres con otros hombres. Cuanta más fuerza se ejerza sobre
el débil, más respeto se consigue y más hombre se es. En el caso
de los perdedores, de los buenos, de los que están de “nuestro”
bando, esa masculinidad no se construye con fuerza ni se ejerce a
través de la violencia, sino a través del desprestigio y la burla
hacia las mujeres. Es decir, la broma nunca es hacia una
característica propia del chico en cuestión al que va dirigida
(tartamudez, negritud o debilidad física, por ejemplo), sino hacia
su madre o su hermana.
Es interesante resaltar
que los personajes son adolescentes o preadolescentes. Es decir, que
en la película hay un desarrollo emocional y psicológico y por
tanto ellos se encuentran en un momento donde deben, efectivamente,
empezar a formarse y comportarse como “hombres”. Hablan de las
madres y hermanas de otros, porque todavía no pueden hablar de las
novias o mujeres. Alguien me podría decir que quizás las bromas
machistas están justificadas porque intentan reflejar fielmente la
realidad de un pueblo estadounidense de 1989. Como digo, las bromas
machistas de Richie están ahí por algo: a nivel narrativo rebajan
el drama de algunas escenas de miedo y en el propio cine esperan
producir empatía y distensión. Las bromas no son necesarias ni para
el desarrollo de la historia ni para dibujar al personaje en
cuestión: están ahí por el público, que comparte códigos y
cultura machista.
(Spoilers)
La chica, así como el
chico gordo o el afroamericano, entran más tarde al grupo, sin
embargo, tanto ella (Beverly) como el matón líder (Henry) tienen un
desarrollo parecido. Ambos tienen un padre abusivo que los aterroriza
y finalmente ambos acaban matándolos aunque, aparentemente, por
motivos distintos: para ella es la liberación de un pasado de abusos
sexuales y la superación de los miedos (recordemos que It
juega con los miedos más profundos de cada niño) y para Henry
supone también una liberación, pero representa la victoria de
Pennywise sobre él, que a partir de ahí lo convierte en su esbirro.
Se libera, si queremos, del último resquicio de moral que le
quedaba.
En el caso de Mike, el
chico afroamericano, su desarrollo resulta inquietante por la
simbología: es el único de los chicos que trabaja, es un obrero. Su
trabajo consiste en matar con una pistola a las ovejas en un
matadero. En la primera escena en este lugar, su abuelo le dice que
no debe tener compasión porque cada uno decidimos dónde queremos
estar, si en el lado de quien sostiene la pistola o en el contrario.
Mike es un obrero y también es un soldado, porque es el que lleva la
pistola y la munición colgada al pecho cuando van en busca del
payaso. Lo que le dijo su abuelo no era una metáfora: en la escena
del pozo aparece Henry totalmente enajenado y cuando ataca a Mike,
que ya está solo, le arrebata la pistola y le apunta con ella en la
frente.
Mike es el único que
mata a otro adolescente, ya que tanto matar al padre como
intentar matar a Pennywise se presentan como hechos justificados. Sin
embargo, Mike, en esta pelea con Henry, termina zafándose de él y
lo tira por el profundo pozo. Mike es el niño que es obligado a ser
hombre y su personaje (obligado a matar por el bien común, pero sin
dejar de ser un ciudadano de segunda) puede relacionarse fácilmente
con la Guerra de Vietnam, que en 1989, donde se ambienta la película,
todavía tendría una gran carga simbólica.
Hay muchísimos ejemplos,
no ya solo el cine de terror, sino en cualquier representación
cultural, donde el grupo protagonista es mayoritariamente masculino,
pero hay una chica. Cada uno de los personajes representa un valor,
normalmente positivo: la valentía, la honestidad, el sentido del
humor, la racionalidad, etc. Mientras que la chica solo hace el papel
de “chica”, es decir, un estereotipo, porque, en el fondo, no es
un personaje. En este grupo tan heterogéneo de “perdedores”, la
chica no podría haber cumplido solo ese papel, porque los demás,
como decía anteriormente, representan características poco
normativas. Ella es, junto a Bill, la valiente del grupo. Sin
embargo, como en la escena del acantilado, que ella sea la primera en
saltar solo le sirve de excusa a Richie para puntualizar que sea una
chica las que les gane.
Resulta significativo que
Beverly nunca esté presente cuando Richie hace este tipo de
“bromas”. Seguramente esa situación sería poco comprensible
para el espectador, ya que habría una incoherencia tanto si ella se
uniera a la risa general como si la cuestionara. Este último caso
haría cuestionarnos todo el mecanismo narrativo de bromas machistas
de la película y desmontaría el efecto de distensión del que
hablábamos antes.
Bill, preocupadísimo, y Beverly, sin saber la que se le viene encima. |
En cualquier caso,
Beverly acaba siendo solo una “chica” cuando en la escena final
se besa con el protagonista. No porque esté mal que dos personajes
se enamoren, sino porque el personaje de Beverly es solo una
construcción (un objeto y no un personaje) para satisfacer los
deseos del protagonista y, además, es la única que lo puede hacer
porque es la única chica del grupo. Es decir, el foco, como resulta
ya tediosamente habitual, es que él sea el triunfador: se hace con
la victoria y, por supuesto, con la chica. Lo que, de una manera
simétrica, podríamos analizar con respecto a los demás: el resto
de personajes masculinos se han marchado y pueden seguir
desarrollándose y siendo felices sin más, pero la chica no: dejar a
la chica marcharse feliz y sin pareja seguiría siendo, a día
de hoy, muy polémico.
No creo que haya ninguna
representación que no refleje, consciente o inconscientemente, la
propia cultura de la que forma parte. El lenguaje del cine de terror
es compartido por gran parte del mundo porque el miedo tienen un
componente irracional muy importante que a todos nos iguala. Pero no
nos olvidemos también del componente social: lo que nos da miedo
suele ser lo que a la sociedad en general le da miedo de la propia
sociedad. Y lo mismo sucede con lo que nos hace gracia. Si lo que
está arriba se ríe de lo que está abajo como único mecanismo de
refuerzo para mantenerse arriba, alguien debería dejar de reírse.
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