Me acerqué ayer por la mañana a la Neue Nationalgalerie de Berlín para ver, además de la exposición permanente, esta obra de Paul McCarthy llama The Box y explicada (en alemán) aquí.
La Neue Nationalgalerie es un edificio raro. Es de arquitectura (pos)moderna, como suelen ser los edificios de arte contemporáneo, asemejándose en esta planta baja a un aeropuerto vacío. Un espacio liso y acristalado que contiene hasta el 4 de noviembre una caja. Una enorme caja de madera que, al principio, no entendí muy bien qué venía a hacer ahí.
Como no estaba muy segura de si podía dar una vuelta (pero al parecer todo lo que esté en esa planta es de visita gratuita), bajé primero a ver la exposición permanente, que, sí, está en la planta sótano, junto a la cafetería, la tienda, los servicios y el guardarropa, y que es de pago (10 euros entrada ordinaria y 5 reducida -estudiantes, jubilados, etc.-).
Cuando acabé, subí de nuevo y vi que algunas personas estaban sentadas al otro lado de la caja. Sin llamar demasiado la atención, di la vuelta y me acerqué.
Algo así.
Lo primero que vi fue un cartel a un lado que advertía sobre entrar en la caja. Después me subí a unos altillos también de madera y me asomé. Asomarse no es entrar. Mirar no es tocar. Entender no es experimentar.
Era una habitación de trabajo, un estudio, con una puerta enfrente, con dos televisiones, rollos, estanterías, papeles, cajas, sillas, una mesa, una muñeca al fondo, un busto en primer plano, una escalera. Un puñado de cascos de ciclista abandonados en varios lugares diferentes. Todo había sido rotado, sin embargo, 90º. En la siguiente foto se aprecia un agujero en un "lado", que en realidad es el techo de la galería.
O sea, que todo debería verse así girando la cabeza:
Hay varias cosas que apuntar sobre esta obra. Una es que es una reproducción exacta del estudio de McCarthy en Pasadena (Los Ángeles, California), con objetos que, a pesar de ser los reales, tienen un exacerbado aspecto irreal, como de cartón-piedra. Me atrevo a apuntar las razones. La primera es la posición: nuestra lógica nos dice que los objetos están cuidadosamente pegados a la pared de la "caja" real, pero de tal manera que parece que están sobre un suelo "irreal". Y segundo, es la propia caja que las contiene un espacio limitado que limita también la realidad. Lo que está ahí dentro no pertenece al mundo exterior, solo tiene sentido ahí dentro.
Ese "hueco" que da al techo puede ser, quizá, el lugar que ocupaba una ventana en el estudio real, aventuro. Y aquí hay otra clave: esa ventana es la conexión entre el mundo cerrado en el trabaja McCarthy y que comparte y el espacio real donde estamos. Así, como una ventana.
Porque el sitio desde donde nosotros observamos el interior no puede considerarse una ventana. De hecho, por las fotos de más arriba, se ve extremadamente artificial. Violamos algo, aunque no sabemos qué. Y eso es porque el performer y artista estadounidense nos pone directamente encima de un dilema: vida pública vs. vida privada. Nos encontramos justo en la frontera incómoda entre el lugar que ocupamos (museo, otro no-lugar más) y el "lugar-objeto" que observamos y que intentamos experimentar.
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