Idéntica a mí misma. Eso es lo que dice Ester Folgueral que soy. Leeré con ella a Chantal Maillard. Mañana, en la tetería Kokoro (C/ República Argentina, 1, Ponferrada) a las 21.00 horas. En cierto modo, nunca me he parecido más a todo lo que soy que ahora mismo. Escribir, escribir, escribir.
Sin embargo, hoy eres un buen momento para morirme. Lo pienso, de verdad. Me lo preguntan. Eso dice F. F. Casanova en su último poema antes de, efectivamente, morir. Algo de (co)razón tenía. Aquí lo cuento.
He estado haciendo las maletas. La maleta, porque solo hay una. La enorme maleta donde cabe una niña o un cadáver. Me voy en unos días. Volveré al lugar al que nunca fui contigo. Con él y, en realidad, con todos. Y allí, recordaré lo que nunca vivimos.
Mientras todo eso ocurre, silencio. Un silencio como de ritual sagrado o de averno. Un silencio que, después de todo, ha sido lo mejor que hemos hecho juntos. Es tan retóricamente perfecto este silencio, ¿no te das cuenta?
Joder, es imposible salir de él.
Joder, es imposible salir de él.
He vuelto a una piel que ya conozco. Es una piel de niña. Una piel deshabitada de niña triste o de payaso triste. Una piel llena de llagas y de eccemas. Costras de imágenes que vuelven y revuelven TODO. Un espectáculo de estigmas.
Pronto estaré abandonada al sentimentalismo más puro. Seré, ante otros ojos, lo débil, lo inmóvil, lo inmanente, lo femenino. Volveré al sufrimiento, que es un lugar muy cómodo que siempre acoge a quien pierde todo asilo. Volveré a la autocompasión, que es el único lugar. Al semblante serio. A la hipersensibilidad. Al desastre.
Sí, es la ruta fácil: el semblante serio, la irritablidad, el desprecio absoluto por todo lo que he hecho o haré. El tiempo no importa. Los insultos no importan: ayudan.
Es el silencio. Un silencio tan elocuente. Un silencio que habla de posibilidades estériles. El teléfono habla de rabia, de ahogo, de soledad, de maldad, de crueldad, de indiferencia. Ya sabes, no puedes salvar a alguien de sí mismo.
Mi viaje empieza. Empieza y acaba en el mismo no-lugar. Es un viaje que emprendí para encontrarme. O encontrar los restos de mí que han sobrevivido. Suponía, hace tiempo, que me ayudarías. Que lo haríamos juntos. He entendido todo. Bueno, he entendido tus odios más profundos hacia mí. Ese querer buscarme, que te hacía tan pequeño. Esa frustración por encontrar tu individualidad al lado de alguien tan perdido. Si hubiera posibilidad de que habláramos, verías como lo he entendido todo: esa culpa, esa contradicción entre quererme y ser tú.
Ahora sé el silencio. Sé algo. Sé algo sobre todo este asunto: lo que no quiero en mi vida: yo.
Bueno, leo en público mañana. Procuraré habitar honradamente el silencio.
Hasta entonces,
S.
Ahora sé el silencio. Sé algo. Sé algo sobre todo este asunto: lo que no quiero en mi vida: yo.
Bueno, leo en público mañana. Procuraré habitar honradamente el silencio.
Hasta entonces,
S.
10 comentarios:
tú tienes que ser imprescindible para ti. ahí empieza el viaje, la búsqueda, ahí empieza el amor: en uno mismo. habitarse para poder habitar y ser habitado.
(abrazo grande)
e.
Si entendiste todo y de verdad quieres hablar con él... Hazlo.
Las puertas están entreabiertas, créeme.
Y yo, que poco tengo que conceder en todo esto, te doy vía libre.
Sí: entendí que se puede usar a una persona mientras se está con otra. Que, en realidad, se prefiere a lo que se quiere y que, mientras, se puede usar a lo que se ha querido.
Yo no tengo nada que hablar con él, porque él me ha destrozado. Es como volver a intentar acariciar al perro que te ha mordido. Él no tiene nada que hablar conmigo: se le debería caer la cara de vergüenza. A mí solo me queda digerir el daño. A él, ser feliz. Al menos alguien sale ileso. Así es la vida. Disfrútalo tú. Espero que contigo no se comporte igual.
Saludos.
Recuerdo una de nuestras últimas tardes, de esas agridulces en que te automutilabas con palabras sobre la relación escritura vital-escritura éxito. No te engañes, eres palabras vitales y potentes. Sí, el silencio complementa a la palabra. Tú habitas el silencio para desgarrarlo por dentro.
Llévame en tu maleta.
Gracias gracias gracias gracias.
¿Cómo podemos estar tan deseperados y solos? Yo estoy buscando el amor, porque me falta compartir mi vida con alguien -y es mucho decir-, pero si tuviera un rayo de luz diferente me abrazaría a él, aunque seguiría bucando mi sonrisa en el rostro de una mujer.
Realmente, y me duele decirlo, no has entendido nada.
Pues peor para mí. No sufras.
¿cuántos cadáveres meteremos en maletas a lo largo de nuestra vida? ¿cuántos lo serán sin que lo sepamos?
(sonrisa,
de las grandes)
La autocompasión es el sitio cómodo. El sufrimiento no mola tanto.
Te lo digo yo, que tengo un máster.
Una alegría tropezarme contigo.
Publicar un comentario