Encontré este poema mientras buscaba un correo electrónico. Son mejores los poemas que los e-mails que se quedan sin abrir. Que el panel de control. Que la papelera de reciclaje. Que las seudoescritoras que usan frases subordinadas separadas por puntos. Subordinadas independientes.
Y también encontré este portarretratos vacío. Hice una foto al estilo de Luna Miguel, que dice que empiezo todos los poemas hablando de mis manos. Y al volver de la facultad, me pongo a trabajar en el libro, en EL libro. Y tengo tanto miedo... Por eso... mejor volver a los poemas. He traído de la biblioteca la obra completa de Vallejo. Y sigo con Pizarnik, que es tan trágicamente dulce e insensata. Es mejor su diario que contar mi día en el blog. Y bueno, no os tengo que explicar cómo estoy: hay una foto con mi mano. Y luego un poema:
Bonito golpe de efecto
encontrar el resto de tus cosas
arremolinadas en una esquina.
Tantas veces te observé
yaciendo en la cama
inmersa en sueños de alcohol
—tu cuerpo electrizado por la oniria,
la desazón de tu gesto dormido,
mi mano inútil tratando de llegar
a través del triste simulacro de tu piel—
y tantas veces se rompió el mundo en pedacitos
tras el portazo que dabas al marcharte.
Tenías vocación de animal herido
y de indígena de la noche:
primero feroz pantera,
finalmente gata inválida,
siempre era lo mismo;
y el absurdo teatro que decidimos
un mal día interpretar
se pulverizó en el ambiente
espeso de aquel cuarto:
construimos, en cambio,
un silencio minucioso.
Fue lo mejor que nunca hicimos juntos.
Después de todo.
Sergio C. Fanjul
encontrar el resto de tus cosas
arremolinadas en una esquina.
Tantas veces te observé
yaciendo en la cama
inmersa en sueños de alcohol
—tu cuerpo electrizado por la oniria,
la desazón de tu gesto dormido,
mi mano inútil tratando de llegar
a través del triste simulacro de tu piel—
y tantas veces se rompió el mundo en pedacitos
tras el portazo que dabas al marcharte.
Tenías vocación de animal herido
y de indígena de la noche:
primero feroz pantera,
finalmente gata inválida,
siempre era lo mismo;
y el absurdo teatro que decidimos
un mal día interpretar
se pulverizó en el ambiente
espeso de aquel cuarto:
construimos, en cambio,
un silencio minucioso.
Fue lo mejor que nunca hicimos juntos.
Después de todo.
Sergio C. Fanjul
1 comentario:
los poemas siempre empiezan y acaban en las manos
:**
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