4 de mayo de 2010

Las palabras

Dicen que cuando coges un diccionario para escribir un poema es que algo falla. Aquel día mis circunstancias personales eran pésimas. Era una tarde de lo más espesa. El día anterior había hecho un sol espléndido y ahí estaba de pronto la lluvia y el frío de mayo para joderlo todo. Así que, digamos, no era el mejor día para coger ningún diccionario.

Cuando no puedo escribir, leo. En este caso, me fui con algunas compañeras de clase a una conferencia que Juan José Millás daba en la Feria del Libro. Las palabras, se titulaba. Sus palabras iban a sustituir a mis palabras, la cosa prometía.

Después de una presentación de lo más animada, Millás bajó la mirada a sus hojas y comenzó, en un tono bastante serio, a reírse de sí mismo. Su mirada irónica, durísima contra sí mismo y su relación con las palabras, corrosiva, ácida, estimuló al auditorio. Yo no dejé de escuchar en ningún momento sus anécdotas infantiles y adolescentes con las palabras más impronunciables o confusas, pero tampoco aparté la vista de su público.

Al principio, la gente reía tímidamente mientras la fina lluvia se resbalaba por el techo de lona del recinto en donde estábamos y la vocecilla de Millás se colaba entre los sonidos de las gotas al caer.

No sé cuánto tiempo estuvimos allí, escuchando, embelesados. Sus palabras tomaron más fuerza o quizá fue su voz, naturalmente insegura, nasal y sus defectos al hablar los que se diluyeron en el torrente de sus frases delirantes y sucesos catastróficos.

Se oían, y no exagero, verdaderos ataques de risa por momentos. La intensidad de la lluvia cada vez era mayor. Junto a las gotas, filas de personas... Señoras. Risas. Sus silencios perfectos. Carcajadas. El presentador. Los ruidos recogidos por los micrófonos. La lluvia. La lluvia. La lluvia.

Y, en un instante, pensé que todos se habían vuelto locos. La lluvia cada vez era más fuerte, haciendo ruido como de piedras, golpeando contra el techo, Millás hababla más alto y más rápido, mientras el público entero seguía riéndose a mandíbula batiente.

Y yo seguía mirándolos y pensaba que aquello se parecía más a un orgasmo que a una conferencia.

Millás detuvo el discurso y preguntó en alto, casi para sí: ¿Se ríen de mí o de la lluvia?

Luego el discurso tomó de nuevo los cauces iniciales y las risas fueron más discretas. También la lluvia cesó. Nadie aludió a ese momento de furor colectivo. La conferencia terminó y todos salimos de allí y tomamos nuestros propios caminos, pisando el asfalto mojado.

Yo tenía todo revuelto. Ver a aquellas personas, completamente desinhibidas, expresando su alegría, y ver a esas mismas personas al salir, con sus paraguas, escuchando sus melancólicas canciones en los reproductores, sus abrigos previsores, todo eso me produjo una sensación amarga en el estómago.

Y creo que era todo por cómo me sentía antes de entrar. Esa sensación de no saber qué hacer con tu vida, de completo descontrol y naufragio. Pedía que no lloviera mientras caminaba sola hasta mi casa. A veces...como hoy, cuando no puedes luchar contra el viento y te despeina, cuando no puedes llevar paraguas, porque la fuerza de la lluvia lo rompe, cuando las palabras no son suficientes; cuando todo esto pasa, lo mejor, lo más sensato es...dejarse llevar. Al menos por un tiempo.

Hasta que pase la tormenta.


10 comentarios:

la chica de las biscotelas dijo...

que entrada más bonita...
me ha encantado eso de la desinhibición de carcajadas colectivas, y qué miedo... si al salir no quedó resquicios de aquellos en toda esa gente!
es como una pesadilla!

Jess Modlov dijo...

Pues a Franco Battiato le salen muy buenas canciones a partir del diccionario.

Muy bueno, me he llegado a imaginar ese orgasmo colectivo en la carpa de la Acera Recoletos.

Rebeca dijo...

Hasta que pase la tormenta, pequeña... : ) Y la canción preciosa, como el texto.

Muá!

tormenta dijo...

@la chica de las biscotelas: a veces la gente da miedo. a veces te conviertes en gente y también sientes miedo.

@carrasco: no conocía yo a ese italiano. lo de recoletos es un universo paralelo, lo sé.

@rebe: gracias por estar. muá.

Ricardo Miñana dijo...

Reflexivo texto, gracias por compartir, un placer pasar
por tu casa.
feliz semana.

Cloe dijo...

Pasamos gran parte de nuestra vida dejándonos llevar, haciendo la plancha.

Abrazo

Anónimo dijo...

Bonito blog Sara! No te había conocido... Pasaré a menudo por aquí...

tormenta dijo...

@ricardo: un placer que te pases tú por aquí.

@cloe: eso es cierto, pero la protagonista de este texto no se suele dejar de llevar muy a menudo.

@gonza: con seudónimo es normal. gracias por pasarte, bienvenido. este es mi pequeño espacio para gritar, susurrar o conversar, ya sabes...

Gabrielle dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Gabrielle dijo...

¿Qué hacer con la vida? Hoy me lo pregunto y tu post me ha traído esperanza y quisiera haber podido reirme igual que los demás en esa conferencia. Gracias!

La canción me parte!

PD. Las tormentas pasan, o el dicho se equivocó?

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