La vida de nos-otros
Estoy debajo de mi casa, a diez metros -más o menos- del portal. La luz de mi habitación está encendida. Me quedo mirando, con el cuello inclinado a cuarenta y cinco grados hacia atrás, el séptimo piso. Esperando. Quiero saber qué voy a hacer.
Pero no salgo. Durante diez minutos la luz sigue encendida pero no hay rastro de mí en la ventana. Noto la humedad y el frío y la tristeza inmensa en los pelos sintéticos de mi abrigo de las rebajas de 2004. Parte de mi parte -esa parte- adolescente que se empeña en sobrevivir, quizá lo haga porque se mantiene en mi ropa. Qué absurda y patética es esta yo vigilante. Esta yo espía. Esta yo que se mantiene a sesenta metros de distancia de lo que voy a hacer.
5 comentarios:
*.*
bello
:)
Adri es una joya.
¿Inclinado "a" cuarenta y cinco grados hacia atrás? Vale, si esto os parece que es escribir bien está todo dicho.
Cómo me gusta, y me gusta pensar en todo rastro que persiste en nuestra ropa, aunque estemos...
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