22 de diciembre de 2011

Texto sin revisar. Atención: contiene spoiler

Las partes en cursiva están extraídas del poemario Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus de Agustín Fernández Mallo. Las partes redondas son mías.


Deja de acecharme por las noches. Sé que no estás.

También nosotros besamos siempre la piel invisible de lo que vemos; y tampoco hay más.

Seguro que a ella no le has dicho cómo me mirabas, cómo arrastrabas tu cama hasta mi cuarto para estar conmigo (o para no estar solo, quién sabe)... cuando ambos ya teóricamente no nos queríamos, pero yo quería crecer todavía con más ansías de lo que te quería. Tú no sabías qué querer y me quisiste.

Tenía que haberte dejado que siguieras usándome: a ver hasta cuánto, a ver qué grotesca caricatura dejabas de mí. Pero... cómo se siente la que siempre te pidió que la definieras. Cómo se siente la desdibujada cuando te oye decir: ¿tú me quieres? Y que él responda, una semana después de haberte abandonado sin que tú lo supieras: si quieres volver conmigo, lo tienes difícil. Lo que tú construiste y destruiste y construiste en cinco años lo barre otra en una semana. Y tú no eras ninguna víbora: eras un trozo de carne que esperaba ser comido.

¿Por qué no me dijiste que sus pulmones se estaban desinflando? ¿Por qué no me dijiste que en otro mapa estabas inflando otra casa? Me hubiera gustado vivirla una noche contigo, viciarle el aire hasta lo irrespirable.

Yo te enseñé, me dices: me enseñaste muchas cosas, me enseñaste a madurar, me dejaste la puerta abierta y he madurado a medias. Te tenía atada a la cuerda del tiempo: cuando por fin tu cara no valiera ni siquiera una disculpa por reducir a náuseas y diarrea tu existencia, entonces yo viviría. Eso es todo. Tu infelicidad es mi felicidad, malquerida.

Desde hoy considérame muerto, te digo, pero ya no me oyes, cierra los ojos, te deseo una feliz noche. Y de repente, la certeza de que has muerto. El destino de las sombras es fundirse, expiar la división que disfrutaron en vida. Abracémonos para poder soportar tanta belleza, esa que ya llega, ¿no la ves?, me decías.

Tengo todos tus mensajes guardados. ¿Por qué lo hice? Pensé que algún día nos haría gracia leerlos juntos. Me dijiste un día: te querré hasta cuando seas vieja y arrugada y seguirás siendo preciosa. ¿Has repetido esas palabras ya? Si las has repetido, son mentira. He leído todos tus mensajes en la noche y ya soy vieja. Todos juntos y me salen arrugas de tantas palabras bellas. Siempre un tequierosiempre que no se cumple. Y cuando ya no estábamos juntos me decías: sabes que siempre estaré en las sombras, cuidándote. El destino de las sombras es fundirse con la nada.

y partiste sin despedirte. Te vi alejarte, fundirte en blanco con el fondo de la calle, mientras un marinero viejo, de esos que han visto esta comedia en todos los puertos, no te quitaba ojo. Soplaba el viento, es cierto. Pero despedirse, me decías a veces, qué significa despedirse cuando el recuerdo ha saturado el pasado y no le queda más remedio que desbordarse en el presente para salpicar con su espuma los días que vendrán [todos]. Podemos despedirnos de las personas, pero no de las cosas.

Cuando el solo yo ocupa todo no hay soledad. Es cuando el yo se oculta en rincones, cuando el yo se camufla y no quiere salir, cuando la ausencia del yo remarca el resto de las cosas que se han perdido: esa es la soledad.

Qué es el tiempo cuando ya no nos queda sino un recipiente pesado aunque vacío, podría haberme dicho, pero no, yo sólo observaba. Acaso sólo somos aeropuertos, me digo ahora, al que van llegando sombras, minutos, segundos: sombras. Pero esto ni en la vejez lo sabemos. Yo, sólo observo.

Por eso quería parar el tiempo: porque el tiempo reduce las sombras. Por eso estoy en mitad de este no-lugar: de este puente o de este aeropuerto. No quiero avanzar, porque seré plenamente consciente de que no hay nada que salvar. No quiero retroceder, porque atrás no hay nada. NO HAY NADA. Así que me quedo aquí, mientras para ti el tiempo sigue corriendo y ya van muchos meses, pero para mí el tiempo no corre: se ha detenido en el mismo instante y lo vivo un día tras otro, hora tras hora, inexorablemente, sin que nadie que me mire se dé cuenta, porque envejezco el tiempo y me salen canas y cumplo años y me paso el día de mi cumpleaños vagando por Berlín invocándote. Y tú no regresas. No apareces por la puerta con un ramo ni me mandas un mensaje de texto, el detalle no importa. Al día siguiente, recibo tu sombra: "eh, sé que me acuerdo de ti: tú siempre eras la primera, pero que sepas, que para mí, el día de tu cumpleaños es como cualquier otro, por eso me permito retrasarme media hora de la fecha: eso es todo lo que eres para mí: ni siquiera rastrojo".

Te busco y te encuentro. No te busco y también te encuentro. Me das tu mano, fría, la que nos da el espejo si lo tocamos, pero no exactamente, me dices unas palabras que salen de tus labios con la distorsión del eco, no las entiendo, remota pero presente, tardo en comprender, eres tú el eco.

Ahora al pasear, al caminar hacia casa, al mirar hacia abajo y ver mis pies en movimiento o mis manos congeladas o la puerta del portal al otro lado de la calle pienso en mí de otra manera. no soy yo ya sin ti. y me siento como resquebrajada, como si me debieras tantas cosas. me siento como engañada, pero en un participio pasado, ¿es posible eso? Pienso en todas las veces que calmaste mi llanto con palabras que apuntaban a un futuro, con expresiones de promesas y mi llanto cesaba, ahora pienso: mentiras, fraude. siento que todos esos llantos empantanados vuelven juntos al llamarte en la noche y que no escuches salvo el sonido del refrigerador y de tu amada, que duerme esta vez, sin saber que ya no piensas en mí: ya no de ese modo. No piensas en mí: ella duerme. Eco.

Ya en la duermevela, voy sabiendo que se debe a la propia fatiga de mi tiempo [el tiempo en sí], primeros avisos de la deuda que contraeremos con la muerte por habernos mostrado la vida. Y es cuando me abrazo más a tu cuerpo en busca del beso. Y es cuando menos lo hallo. Y es cuando comienzo a escribir esto.

"La soledad no existe", decías en la noche, y al ver mi incredulidad te quitabas con tus manos pétreas la ropa y me decías: ves este cuerpo, este cuerpo es real y te dice que no estarás sola. y yo tocaba tu pecho en la noche y sentía un calor intenso, como de lava, como de cosas que no existen porque todavía no han sido definidas. Y te miraba con cara de niña y te creía. Eran cosas de niños, supongo. Los adultos ya no creen en esas cosas.

Y si alguna vez has existido, no existe esa vez. Y si en algún lugar has existido, no existe ese lugar.

A la sombra de lo desconocido. Eres todo lo desconocido, amor, eres todo lo no nombrado, lo no deseado. Lo exterior. ¿Por qué te quiero, amor mío, por qué te quiero tanto si me has destrozado con cuchillos finos y me has colgado de la copa más alta de la humillación y desde ahí arriba ni siquiera reconozco mis pedazos?

Aquí está el sexo: que ya no es nada: puro asco, puro trámite, impureza.
Aquí está el cuerpo: (...).
Aquí está la inteligencia: que no procesa tu egoísmo último, tu crueldad, que no entiende qué era yo y qué no era para destruirme con tanta indiferencia.
Aquí está el amor, que lo destroza todo y el amor, que solo se lee en ti: trauma.

Hay que estar muy confundida para barrer de un solo golpe todos los sueños, y las heridas mal cerradas, y las estrellas que nos esperaban entre el polvo.

Los objetos que te llaman son representaciones tuyas. Me marcho cada vez más lejos para ver si los objetos no se parecen a ti, pero todos son iguales a tu cara. La almohada es tu espalda, el reloj es tu muñeca, la puerta es tu silueta, la ventana, tu salto mortal.

Voy amontonando objetos para que cuando regreses halles aquí a tu doble; para que no quepas; para que no regreses. Que seas feliz. Donde quiera que estés.

Aléjate de mí de una vez, desconocido. Tu ausencia solo provoca más muertes; tus reapariciones provocan de nuevo mi náusea. Solo una foto tuya consigue hacer aullar a mis entrañas. ¿Qué haré con toda mi locura cuando te vea? Tu existencia es mi enfermedad, pero tu ausencia tiene el rostro pálido y los ojos hundidos de la muerte.

Dostoievsky decía: yo tengo un proyecto, volverme loco, tú, al contrario, concebiste el proyecto de expulsar tu locura, porque, quieras o no, ya estabas loco.

Pídeme perdón, maldita sea. No seas tan cobarde: "igual te hice daño". ¿No has visto que todo tiene que ver contigo? ¿Que toda esta huida lleva tu nombre en cada tarjeta de embarque?

¿Qué has sido tú en mi vida?: el todo, porque conseguiste que creyera que yo era alguien y no solamente sombra. Y vuelvo a la sombra de la que me creaste. ¿Qué he sido yo para la tuya? ¿Muchas palabras, pocos (poquísimos) hechos? Yo he sido tu puto tubo de ensayo.
Fin.

6 comentarios:

Camino dijo...

Pedid perdón, ambos.
Te ruego que te ahorres la respuesta. Después de lo ya leído hay poco que añadir.

tormenta dijo...

Hasta ahora he sido amable contigo, por eso te ruego (yo sí que te ruego) que aunque sigas viniendo por aquí (ya que este es un espacio público) y sigas husmeando en mi vida, por lo menos dejes de comentar y de meterte en los asuntos que no te atañen. Primero, tú no tienes ni tendrás nunca la información completa, porque no me conoces y, por lo tanto, no tienes ni la más remota idea de nada; y aunque tuvieras una visión global y objetiva, no eres quién para ser juez en este asunto ni tampoco nadie te ha pedido opinión. En fin, un saludo y que seas muy feliz.

Camino dijo...

Mientras tu sigas escribiendole mensajes a mi novio a las tantas de la mañana desde Alemania.
O preguntandole pro qué no te ha ido a ver a la presentación del libro etc etc..
Sí me atañe.

tormenta dijo...

Mira, Coñazo Blanco Salado, con esto cierro la historia: yo no le he preguntado eso a tu novio ni ganas de hacerlo. Infórmate bien antes de contar una mentira, reportera dicharachera. Lo único que le he escrito es un "gracias" a un email que me ha mandado él. Que igual la que se tiene que enterar bien de los emails que me manda él a mí... eres tú. El último del 24 de diciembre a las 17:38. Sin contestar, para que te quedes tranquila.

Camino dijo...

jajajajajaja

Camino dijo...

A estas alturas ya solo te compadezco.
Tranquila, que no volveré por aquí, así puedes seguir contando y creyéndote tus mentiras
jajaja

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